lunes, 30 de julio de 2012

El por qué de una foto (Texto apurado sobre una controversia)

En mi perfil personal de facebook puse hoy la foto de Víctor Hugo Morales.
Es una decisión fuerte, dentro de la fuerza que tienen las decisiones en facebook.
Cada uno hace con su vida lo que puede. O lo que quiere. El verbo poder es muy grande. Gigante. Enorme. A veces inabarcable. El querer depende muchas veces del poder. El poder de doble condición del que habla Holloway.
Muchas veces estamos comprimidos en un espacio pequeño, apretujados en nuestra propia nada, en nuestras propias pequeñeces. Pero a veces ocupamos espacios más grandes de lo que nos dan los brazos. Nos sucede con nuestra familia, con nuestras profesiones o con nuestros gustos. En ambos casos pasamos momentos agradables, difíciles, mejores y peores. Sucede que ya no somos nosotros, aún cuando seamos nosotros. Somos nosotros, día a día, cara a cara con el espejo y somos nosotros en el espejo que significa la mirada de los otros. Esa mirada es la que no podemos abarcar. No todo el mundo nos quiere, somos amados u odiados, y también sucede que muchas veces nos queremos y otras nos odiamos.
A esta altura te preguntarás qué tiene que ver esta perorata con Víctor Hugo. Veamos...
En casi 20 de mis 49 años de vida fui comprobando crecientemente el peso que nuestros actos tienen en los demás. Desde los años de mi primer programa de radio en el 93, en el que mis compañeros de aquel entonces se asombraban de algunas de las cosas que hacíamos y con mi amigo Daniel nos preguntábamos "¿Será para tanto?"
Luego, a partir del 94 empecé mi carrera docente. Allí la trascendencia y externalidad de mis actos se disparó y empezó a generar un rebote exponencial. Cada uno de mis actos en la calle eran recreados por mis alumnxs, con comentarios siempre subrayados con el "Eh, profe, lo ví el otro día comiéndose un pancho frente a la estación", "Lo ví el otro día en el supermercado", etc. En algún momento se generan momentos de pequeñas vanidades como cuando todo un grupo de egresados corea tu nombre, o cuando una promoción te regala su bandera en reconocimiento por lo hecho por ellos.
A medida que crecemos en nuestra exposición pública, se nos presentan otros desafíos. Y a veces tenemos contacto con gente grossa, de la que queremos, admiramos y apreciamos. Otras veces construimos relaciones fantásticas. Y también nos encontramos con gente desagradable, o con adláteres de esos fulanos repugnantes. Nos pasa.
Ahora, luego de muchos años, he vuelto a mi pasión de la infancia, la radio, jugando a que soy un conductor avezado, un bastonero y maestro de ceremonias del aire,
Esa pasión la fui despuntando en años previos conduciendo actos escolares, jornadas, algún congreso de educación, etc. Y en ese recorrido me he podido encontrar en lugares y con compañías que no hubiera imaginado ni esperado encontrar. Agradables y no tanto.
Esta contemplación de hechos que me rodean siempre me hizo pensar en qué pasaría con los que son célebres de verdad, aquellos que salen a la calle y se encuentran con decenas y decenas de personas que les brindan su afecto o su reprobación.
Y no debe ser fácil.
Cuando esos espacios públicos son relativamente reducidos, nos pasa que, si nos volvemos trascendentes en lo nuestro empieza a aparecer gente con cierto grado de decisión que nos rodea, o se nos acerca.
Eso es lo que debe haber pasado con Víctor Hugo y los militares del Batallón Florida en Uruguay.
Y digo "debe haber" y no "pasó" porque no tengo las pruebas del caso, no conozco personalmente al sujeto de la cuestión (VHM) y entonces no debe uno afirmar sin respaldo de pruebas.
Quienes arman esta diatriba contra Víctor Hugo no son militantes revolucionarios, ni defensores inclaudicables de los Derechos Humanos, ni luchadores por la libertad y la democracia, ni contra la rerpresión institucional.
No se trata de personas particularmente preocupadas por lo que pasa con los barones del conurbano, o con  el gatillo fácil, o con la connivencia entre las barras bravas, la policía y los punteros políticos, cuestiones que sólo les interesan cuando quieren pegarle al gobierno, y siempre y cuando haya involucrado en el problema alguien que salió en una foto a un palmo de distancia de la presidenta o de algún funcionario de renombre.
Quiénes arman esta diatriba son un cómplice manifiesto de la dictadura argentina (el Sr. Fontevecchia, recordá los editoriales de la revista La Semana, antecesora de Noticias, la que publica la nota de marras) y Jorge Lanata, quien fuera tal vez el periodista más creativo de los años 80 y 90 (y parte de los 2000 también) quién se pasó, con armas y bagaje, a defender y formar parte del más asqueroso grupo mediático de la Argentina.
¿Me preguntás si me volví K? No, de ninguna manera. No me gusta este gobierno. No me gusta que sostenga y se apoye en personajes detestables, que pretenda hacer "justicia social" ajustando a los trabajadores en blanco, que diga que no reprime a la misma vez que "terceriza" la represión en las policías provinciales o en las patotas sindicales.
Sí le creo a Víctor Hugo. No estoy de acuerdo con él, pero le creo. Respeto lo que piensa. Cree que la Ley de Medios traerá nuevas voces, y cómo por primera vez un gobierno ha intentado terminar con el monopolio de Clarín, amén de otras medidas, él cree en eso y se la juega. Y eso se lo respeto. Como te lo respeto a vos, cuando lo creés de onda.
Lo que no sabe Víctor Hugo, es que esos cambios no se han dado en todos lados. O que son insuficientes. Sería bueno saber cuáles son las "nuevas voces" en muchos lugares del conurbano, o en algunas provincias. Lugares en los que no se habla de política en los medios, por miedo a ya sabés quién.
Entre Víctor Hugo y Lanata, hasta nuevo aviso, estoy con Víctor Hugo. Porque además lo juzgo más genuino, más digno, más íntegro.
Tengo más para decir, cómo siempre, pero ya habrá tiempo.
Tengo que ir a trabajar.
Abrazo

sábado, 14 de julio de 2012

Era un tiempo de esperas


Texto leído en el "Escrito en el Aire" N° 38, del 14 de julio de 2012, recordando tal vez 1987, 25 años, FM En Tránsito... quién sabe...


Era un tiempo de esperas
                                               sin esperas
Encontrando perdidos desencuentros,
los sujetos van buscando el horizonte
                                               siempre arduo
                                               siempre lejos
                                               siempre esquivo…
Fueron muchos en la búsqueda de lo perdido
en odiosos betunes de reclamos putrefactos
un audaz recorrido por la espina dorsal de tus encantos
                                     que se iban perdiendo para siempre
                                                                           para nunca
                                                                           o algún día para verte
te lloraba en cada morena contundente
te sufría en cada inquietud comunitaria
                                               con un alma doliente que quejosa,
extrañaba la tierna fiereza de tus ojos tristes
Hoy quería contarles de la fiesta
de ese cuarto de siglo bien regado
de ese ir y volver por las historias
                   y me quedé en mi historia
en mis cuatro dolores mal resueltos
que pidieron después por un reparo
Hoy comparto mi copa con aquellos
que brindaron resuello a mi amargura,
permitiendo abrir un frente de batalla
                                      resistente batalla
                                                                  con la vida
La que alguna vez nutrió pares e impares,
                                               blancos y negros
                                               buenos y malos
                                               dulces y amargos
Caminantes sempiternos
que no resignan un tranco
que no guardan el silencio
que no asumen lo que está dado
Que nunca están parados,
caminan la calle,
                            cooperan y operan,
                                                        hablan y dicen
                                                                                     van y vienen
Siempre en movimiento
siempre subiendo,
                                      siempre bajando
Siempre…
                            En Tránsito